La calidad del aire condiciona el rendimiento deportivo. Así lo sugieren al menos estudios como el realizado por Guo & Fu (1), que analizó 56 pruebas de maratón celebradas en China durante 2014 y 2015. Una de las conclusiones, por ejemplo, fue que un corredor de maratón promedio necesitaría 12 minutos más para cruzar la línea de meta cuando la contaminación es elevada, similar a la registrada durante la prueba de Pekín de 2014.
No obstante, la contaminación es un factor que varía a lo largo del día y del recorrido. Al fin y al cabo, en su nivel influyen aspectos como la densidad del tráfico, las condiciones climáticas o la radiación solar. Así y tal y como muestra una reciente investigación de la Universidad de Yale, la formación de aerosoles orgánicos secundarios, claves en la concentración de partículas PM2.5, aumentan con la radiación solar y la temperatura ambiente (2). Y a este material particulado cabría añadir también otras fuentes de emisión como las partículas generadas por los neumáticos o el desgaste de los frenos.
World Athletics, la antigua IAAF, es consciente de las consecuencias de la contaminación. Por esta razón, en 2018 y en colaboración con el Programa ONU Medio Ambiente, inició una campaña de concienciación para poner en valor la calidad del aire en estadios y eventos deportivos. El objetivo, monitorizar los parámetros que pueden repercutir sobre el rendimiento y la salud de los atletas y población en general.
La medición continuada y en tiempo real permite establecer patrones y analizar cuáles son las mejores horas para entrenar o competir. De esta forma, se podría evitar la celebración de muchas pruebas atléticas durante la peor hora del día, como lamentaba el Dr. Paolo Emilio Adami, Director del Departamento de Salud y Ciencia de World Athletics, en 2018.